“No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño.”

E. A. Poe

lunes, 27 de abril de 2015

Detestaba que María, siempre que le hablara, lo mirara con esos ojos, con esa mirada de desprecio, ¿cómo una persona tan bella podía proyectar una mirada tan fea?. Por otra parte, Luisa siempre lo veía con esos ojos encantadores, con esa mirada tan dulce... Lo que debía hacer era no menos que obvio.
Invitó a Luisa a su casa a ver una película y ella, encantada, aceptó. Llegó a su casa a las 7 en punto; ahí estaban esos ojos hermosos. Había llevado un helado de chocolate porque sabía que a él le gustaba . Inmediatamente entró, conversaron un rato, le encantaba su manera de verlo, nada más. por eso se apresuró en poner la película; no soportaba su voz y, a decir verdad, su presencia lo perturbaba.
A mitad de película se excusó para ir al baño, le dijo que era rápido, que no pausara el vídeo. En el baño se quitó las trenzas y volvió sigilosamente por detrás de ella y colocando las cuerdas alrededor de su cuello, no dejó de apretar hasta que Luisa no forcejeó más. Tomó rápidamente una cucharilla con la que comían helado y sacó aquellas bellezas esféricas de sus cuencas, envolvió los ojos en un pañuelo y se los metió en el bolsillo con cuidado, con la cucharilla.

Salió camino a la casa de María, quien vivía en el piso de abajo. Unos minutos luego de tocar la puerta, María salió en bata, estaba preciosa, pero su mirada lo fulminó; de nuevo esa mirada despectiva. Se apresuró en entrar a la casa, sin ser invitado y justo cuando iba a recibir un reclamo por su extraña conducta, gritó: "no volverás a verme con esos ojos de odio!",  sacó el pañuelo y desenvolvió aquellos ojos. La chica al ver esto se precipitó al suelo, presa del pánico, él aprovechó la oportunidad para hacer lo suyo con la cucharilla. "Listo!"- exclamó, pero aquellos ojos no permanecían abiertos, por lo que tuvo que cortar los párpados con una tijera que estaba en la mesa.

Luego de realizar su operación, sentó a María en la mesa frente a él, le gustaba, le encantaba que la mujer que tanto le gustaba lo viera con esa mirada angelical. De pronto la chica volvió en sí y comenzó a gritar, de sus ojos brotaban lágrimas escarlata. Él no lo pudo soportar, no podía con la idea de ver aquellos hermosos ojos derramar lágrimas que él mismo produjo, así que tomó la tijera y clavándola en sus ojos desapareció aquella terrible imagen.

María se levantó, sentía un terrible ardor en los párpados, vio el cuerpo de aquel hombre tirado en el piso, caminó hasta el baño y se vio en el espejo -qué lindos ojos- murmuró - pero tendré que hacer algo con mis párpados.

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