“No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño.”

E. A. Poe

jueves, 18 de abril de 2019

De la ansiedad y otros demonios


Esto lo escribí el 22/04/2015, en esa época tenía unos ataques de ansiedad/ pánico además de una bronquitis terrible. Era algo así como mi rutina diaria.

Me quedo dormido, 11:00pm aproximadamente, estoy cansado; mis ojeras pueden decirlo mejor que mis palabras.

De pronto estoy en mi cama viendo hacia el techo, siento que ya viene, está llegando. Veo la hora, 3:00 am, está más cerca, siento que no puedo respirar; ya está acá.

Me levanto de la cama tratando de escapar, pero no puedo, no sé a dónde ir.

Trato de controlarme, ya sé que está acá, como ayer, como mañana quizá, como a lo largo del día; a la hora que le da la gana.

Me alejo al balcón tratando de huir, sabiendo que no puedo, ¿o sí? no... o... No por el balcón.

Vuelvo al cuarto, siento que debo rendirme pero no quiero, no me rendí ayer, no debo hoy...

Pasa un rato más y sigue acá, pero se está alejando, poco a poco me deja en paz,  ya se fue, me desplomo en la cama.

Estoy echado en mi cama, abro los ojos, 6 :00 am, no puedo dormir más, hago lo mismo de cada día: como, me baño, salgo a dar una vuelta, vuelvo a casa, me acuesto.

Me quedo dormido, 11:00pm aproximadamente, estoy cansado; mis ojeras pueden decirlo mejor que mis palabras...

martes, 4 de agosto de 2015

Si yo me voy, espero que te quedes.
Si me precipito cuesta abajo, espero que no me alcances,
que tus manos no me toquen estando más allá;
quédate sufriendo sola por no poder hacerme sufrir.

martes, 28 de abril de 2015

Como es bien sabido por todos, los abuelos se van haciendo pequeños, encogiéndose a medida que recorren más el camino de la vejez. Mis padres no habían creído esto hasta el fatal día en que sin querer mi papá pisó a la abuela dejándola aplastada en el piso.
Descansa en paz, abuela, siempre te recordaremos.

lunes, 27 de abril de 2015

Detestaba que María, siempre que le hablara, lo mirara con esos ojos, con esa mirada de desprecio, ¿cómo una persona tan bella podía proyectar una mirada tan fea?. Por otra parte, Luisa siempre lo veía con esos ojos encantadores, con esa mirada tan dulce... Lo que debía hacer era no menos que obvio.
Invitó a Luisa a su casa a ver una película y ella, encantada, aceptó. Llegó a su casa a las 7 en punto; ahí estaban esos ojos hermosos. Había llevado un helado de chocolate porque sabía que a él le gustaba . Inmediatamente entró, conversaron un rato, le encantaba su manera de verlo, nada más. por eso se apresuró en poner la película; no soportaba su voz y, a decir verdad, su presencia lo perturbaba.
A mitad de película se excusó para ir al baño, le dijo que era rápido, que no pausara el vídeo. En el baño se quitó las trenzas y volvió sigilosamente por detrás de ella y colocando las cuerdas alrededor de su cuello, no dejó de apretar hasta que Luisa no forcejeó más. Tomó rápidamente una cucharilla con la que comían helado y sacó aquellas bellezas esféricas de sus cuencas, envolvió los ojos en un pañuelo y se los metió en el bolsillo con cuidado, con la cucharilla.

Salió camino a la casa de María, quien vivía en el piso de abajo. Unos minutos luego de tocar la puerta, María salió en bata, estaba preciosa, pero su mirada lo fulminó; de nuevo esa mirada despectiva. Se apresuró en entrar a la casa, sin ser invitado y justo cuando iba a recibir un reclamo por su extraña conducta, gritó: "no volverás a verme con esos ojos de odio!",  sacó el pañuelo y desenvolvió aquellos ojos. La chica al ver esto se precipitó al suelo, presa del pánico, él aprovechó la oportunidad para hacer lo suyo con la cucharilla. "Listo!"- exclamó, pero aquellos ojos no permanecían abiertos, por lo que tuvo que cortar los párpados con una tijera que estaba en la mesa.

Luego de realizar su operación, sentó a María en la mesa frente a él, le gustaba, le encantaba que la mujer que tanto le gustaba lo viera con esa mirada angelical. De pronto la chica volvió en sí y comenzó a gritar, de sus ojos brotaban lágrimas escarlata. Él no lo pudo soportar, no podía con la idea de ver aquellos hermosos ojos derramar lágrimas que él mismo produjo, así que tomó la tijera y clavándola en sus ojos desapareció aquella terrible imagen.

María se levantó, sentía un terrible ardor en los párpados, vio el cuerpo de aquel hombre tirado en el piso, caminó hasta el baño y se vio en el espejo -qué lindos ojos- murmuró - pero tendré que hacer algo con mis párpados.

Ella era alta, muy alta, tanto que él debía pasar cada mañana 15 minutos trepando su cuerpo para darle un beso de buenos días. Pero no se quejaba; valía la pena el esfuerzo y, además, ese ejercicio matutino lo ayudaba a mantenerse en forma.
Carlos siempre se quejaba de su estatura - soy un enano- se lamentaba.
Sus compañeros de clase siempre lo fastidiaban, le decían toda clase de apodos, desde jinete de perros hasta chichón de piso, pasando por peatón de maqueta e incluso Tarzán de bonsai.

Un día fue su abuelo a visitarlo en su casa y Carlos le contó a éste las burlas a las que era sometido. El abuelo le dio entonces una recomendación - juega un poco basketball- le dijo- yo era bastante bajo cuando tenía tu edad, jugué basket y mira, me hice alto. Inténtalo, pero no vayas a exagerar.
Al día siguiente Carlos desempolvó su balón y comenzó a jugar; jugaba a toda hora, dejó de dormir e incluso faltaba a clases para quedarse jugando solo en el aro que tenía en el patio de su casa.Jugó tanto que no sabe en qué momento dejó de caber en su cuarto, la casa en general se hizo muy pequeña para él por lo que durmió ese día en el patio.

A la mañana siguiente Carlos se fue a la escuela, su ropa le quedaba muy corta por la que se puso la de su papá, aunque la estiró un poco.

Cuando llegó todos lo veían diferente, con temor. Él comenzó a burlarse de sus compañeros -¿quién es el enano ahora?. Empezó a levantarlos y arrojarlos por todos lados, eran como hormigas para él, los humilló, pero de pronto, una de sus piernas se partió; colapsó por todo el peso que tenían que cargar ahora y aquel gigante cayó sobré el tendido eléctrico que estaba cerca del patio.

 Se escuchó una mezcla entre un zumbido y una explosión y con un destello terminó la existencia de Carlitos. Los compañeros comenzaron a reírse nuevamente y le pusieron un apodo con el que quedó identificado por siempre: "el bobo grande".


domingo, 26 de abril de 2015

Aún recuerdo ese lamentable día...

Mi madre esa noche, como todas las otras, nos recordó a mi hermano y a mí cerrar las ventanas de nuestros cuartos porque "se metían muchos zancudos", siempre hacía énfasis en eso e incluso nos resultaba fastidioso, pero terminábamos cerrándolas antes de acostarnos . Mi hermano estaba molesto con ella porque ese día no lo dejó salir a jugar con nuestros amigos por no haber terminado su tarea. Durante la cena prácticamente ni la miró, terminó de comer y subió a su cuarto a encerrarse.

-Recuerden cerrar las ventanas- nos recordó nuestra madre antes de irse a dormir, yo le hice caso pero mi hermano, sumido en su molestia la ignoró.

Como a las 3 de la mañana escuché unos sonidos raros provenientes del cuarto de mi hermano, tomé mi bate de beisbol y fui a su cuarto caminando de puntillas, abría la puerta de su cuarto bruscamente y encendí la luz... me sorprendí cuando lo vi en el piso tirado cubierto por una sábana negra, apenas se movía, lo primero que pensé fue que un ladrón de niños había entrado por la ventana que vi de par en par pero de pronto la "sábana" empezó a elevarse y separarse en partes; era un ejército de zancudos, cientos, miles, quizá millones, se empezaron a separar y se fueron por la ventana.

-Nooo!- Grité al verlo en el piso, demacrado y con millones de puntitos rojos sobre su cuerpo.

Me incliné hacia el y se fijó en mis ojos, intentó decir algo y no pudo, mientras tanto apretaba mi mano, un instante después me soltaba y cerraba sus ojos con la última espiración de su ser.

Mis padres subieron al cuarto y lo vieron ahí echado, sin vida.

Juré frente a su cuerpo inerte y mis padres vengarme y lo he estado haciendo, un poco mejor quizá de lo que creí que podía. Seguiré haciéndolo hasta el fin de mis días y durante mucho tiempo más.
                                                                                                   

                                                                                                                                         Liam Baygon.